Este sitio web utiliza cookies para mejorar su experiencia mientras navega. Las cookies que se clasifican según sea necesario se almacenan en su navegador, ya que son esenciales para el funcionamiento de las características básicas del sitio web. También utilizamos cookies de terceros que nos ayudan a analizar y comprender cómo utiliza este sitio web. Estas cookies se almacenarán en su navegador solo con su consentimiento. También tiene la opción de optar por no recibir estas cookies. Pero la exclusión voluntaria de algunas de estas cookies puede afectar su experiencia de navegación.
Imprescindibles
Las cookies necesarias son absolutamente esenciales para que el sitio web funcione correctamente. Esta categoría solo incluye cookies que garantizan funcionalidades básicas y características de seguridad del sitio web. Estas cookies no almacenan ninguna información personal.
No imprescindibles
Estas cookies pueden no ser particularmente necesarias para que el sitio web funcione y se utilizan específicamente para recopilar datos estadísticos sobre el uso del sitio web y para recopilar datos del usuario a través de análisis, anuncios y otros contenidos integrados. Activándolas nos autoriza a su uso mientras navega por nuestra página web.
Carlos Lagarriga escribe este dietario de dolor y luz en el hospitalde Vall d'Hebron mientras su primera mujer, Cristina, estaba ingresada en la unidad de palia
info
Carlos Lagarriga escribe este dietario de dolor y luz en el hospitalde Vall d'Hebron mientras su primera mujer, Cristina, estaba ingresada en la unidad de paliativos con un cáncer sin remedio, y él mismo enla planta de digestivo del mismo centro. En estas anotaciones describe las subidas y bajadas de una planta a otra con el gotero y loscigarrillos, el paso angelical de las enfermeras o la irrupcióndesgarrada y ruidosa de los gitanos en la quietud aséptica delhospital, como en un texto de García Lorca. También esos quiebros aldolor, gracias a la extrañeza por el absurdo de la vida y a un sentido del humor de hombre culto, agudo y melancólico.Si la historia del libro es hermosa, sus páginas lo son aún más.«Hojas que caen de un árbol», describe Lagarriga. Tienen un toquepoético, una elegancia emocional sobrecogedora y rebosan de jovialironía, con que hacen el autor muestre los pasillos de urgencias comolas calles en sanfermines o que responda a la radióloga que lepregunta si lleva algo de hierro, que «la salud, por supuesto, no». Es un libro que asusta las incertidumbres, el desamparo y los miedos amanotazos d