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Es realmente excepcional, en cualquier profesión, que se mantenga una tradición familiar durante más de tres siglos, y que el nivel alcanzado siga siendo alt
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Es realmente excepcional, en cualquier profesión, que se mantenga una tradición familiar durante más de tres siglos, y que el nivel alcanzado siga siendo alto: este es el caso de una dinastía de marinos, vascos y españoles, que durante varias generaciones y del siglo XVI al XVIII llegaron a almirantes de la Armada. Don Miguel de Oquendo y Segura, fundador de tal dinastía, no inició su andadura histórica desde una situación privilegiada, que entonces determinaba el destino de cualquier persona, sino desde la muy modesta condición de grumete y de calafate. Operario de las reparaciones a bordo de los buques, llegó al más alto mando por méritos propios, combinándolo con exitosas actividades empresariales que fueron desde el comercio ultramarino hasta al diseño y la construcción de grandes buques de guerra y de comercio: los galeones. Lo que le reportó la más alta consideración desde el trono. Su hijo, D. Antonio de Oquendo y Zandátegui, superó incluso a su padre en sus mandos navales, con un valor y determinación pocas veces igualado. Casi todas ellas en condiciones de lucha difíciles, muchas de ellas impuestas